Escribe sobre estas fotos: Francisco López
Francisco López
Las
hojas de los árboles colonizando el pavimento no puede ser más que el preludio
del otoño. Sin embargo, nada es lo que parece, al menos en el más recóndito
anaquel de la imaginación. Busquemos para ver que encontramos. En efecto, por
aquí se observan los pelillos que se desprenden del cuerpo de cada uno de los
ratones que han venido habitando el zaguán desde el momento en que aquel hombre
abandono la casa para no volver jamás. Sí, aquel hombre que ahora contempla el
ocaso de un día, que para él no trajo más que más fantasmas a su cabeza. Son
los fantasmas del remordimiento, los que corroen las entrañas, los que hacen
que entremos en un estado de ansiedad, desequilibrando nuestras constantes
vitales, haciendo sentirnos peleles que se mueven con la más ligera brisa que
nos zarandea. Ese estado se agrava con la soledad, que es lo que nuestro hombre
inconscientemente ha elegido. Esperemos al final del relato, pero a mi me da
que puede optar por el suicidio.
Vamos
a retroceder. Habíamos empezado por comentar la fotoluci de la izquierda, es
decir, la que nos ofrece un banco en primera plana rodeado de hojarasca en una
calle que tiene un río. Bien. Miles de sitios puede describirse de esta manera,
pero sí podemos decir que la foto tiene un tiempo, ya que aún, Luci utiliza
tecnología manual para dejar impronta de su autoría. Haciendo un análisis
espectrográfico de la foto y comparándolo con el correspondiente al realizado a
los pelos de los ratones encontrados en el zaguán nos dice que el hombre de la
fotoluci de la derecha bien podría ser el nieto del pintor que llevo a cabo trabajos de restauración en la
barandilla instalada a lo largo del río. Alguien, podría decir que se
demuestre, que la cosa no está tan clara. Y tendría razón. Pero es la ciencia
quien establece estas conclusiones, y no creo que nadie esté en condiciones de
rebatir las razones científicas. ¡Faltaría más!
Sigamos.
De la fotoluci de la izquierda poco queda que decir salvo que tuviéramos opción
de acudir de nuevo a la ciencia y pudiéramos determinar donde crecieron los
árboles con los que se construyó el banco que se ve. Ciertamente, este es un
asunto que desde un principio, desde que vi la fotoluci por primera vez, me
inquietó, y en consecuencia me dinamicé consultando en el correspondiente
negociado del ayuntamiento. Sin embargo, y desgraciadamente, el técnico que lo
sabía falleció el año pasado, y ahora se encuentran en la más absoluta
ignorancia al respecto. Insistí por la fundamental trascendencia del tema y
logré que se abriera un expediente que investigue hasta el final. A título de
cotilleo puedo adelantar que la señora de la limpieza me comentó que ella cree
que los árboles procedían del Bosque de Iratí, ya que el señor alcalde tiene
allí una explotación forestal. Obvio.
¡Que
decir a estas alturas de la fotoluci de la derecha!
Bucólica
a tope. Es todo un clásico. Es el genuino atardecer de los días veraniegos e
incluso otoñales del Mediterráneo. Un idílico entorno que invita al suicidio.
Para pasar a la otra vida, qué mejor situación que dejar ésta en el estado de
relajación y serenidad que el que se logra en este lugar. Sin duda, mejor que
en un hospital, residencia de mayores o en casa del yerno o nuera.
No
obstante, es recomendable avisar a la familia o amigos y si no se tienen, a las
autoridades, de que algo así puede ocurrir. Francamente, no recomiendo a nadie
que por que no se enteren, uno pueda ser confundido con un indocumentado o lo
que es peor que pueda ser devorado por algún animal.
Para
la tranquilidad, y felices sueños de quién haya sido capaz de leer hasta aquí,
os puedo confirmar, que ayer por la mañana este hombre seguía vivo. Que lo mate
el que quiera. Yo paso, de momento.
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