Escriben sobre estas dos fotografías: Paquita Díez y Paco López
Ramón
y Teresa subían a toda prisa las escaleras que conducen a la estación del norte
de la localidad, tirando de maletas y bolso, dónde llevaban sus ropas y enseres
para pasar unos días en el pueblo de Ramón. La hora del tren se acercaba y no
podían perderlo, pues hasta el día siguiente no salía otro para el pueblo de
Ramón. Lloviznaba, y en un traspiés, Teresa cayó por la escalera con su maleta que
la produjo un fuerte dolor en la pierna que la impedía andar. Ramón quiso
ayudar y cogiéndola por el brazo siguieron andando hasta alcanzar una calle
dónde poder coger un taxi que les llevase al hospital. Se había fracturado la
tibia y tuvo que ser ingresada para operarla.
¡Con
la ilusión que teníamos de ir al pueblo y ver a la familia!, pensaba Ramón
sentado en un banco dentro del hospital, pero lo más importante es que Teresa
se ponga bien y se recupere pronto. Luego iremos en otro momento. Se levantó y
se dio una vuelta por el pasillo del hospital, cuando oyó un grito fuerte,
apresurándose en ir a la habitación donde estaba Teresa, pero Teresa estaba
medio dormida bajo los efectos de un analgésico muy fuerte. Ramón se
tranquilizó y se quedó dormido en la silla que había para los familiares, al
lado de la cama de Teresa.
A
los pocos días de operada, Teresa era dada de alta con la recomendación de su
médico de ser prudente y no hacer tonterías porque las consecuencias podrían
ser fatales. Al cabo de dos meses, empezó con la rehabilitación hasta que un
día, mientras Ramón estaba trabajando, salió a la calle para dar una vuelta y
se metió en una iglesia para dar gracias a Dios. Cuando Ramón llegó a casa y
vio que Teresa no estaba se inquietó un poco, pero sabiendo lo religiosa que
era, no lo dudó y fue a la iglesia para ver si se encontraba allí. Cuando pasó
por delante del monaguillo, éste le pidió por favor, que le enseñase su carnet
para el hacer el control del coronavirus, pero Ramón pasó de largo y cuál fue
su sorpresa cuando nada más pasar la puerta de entrada de la iglesia, una
persona le paró para tomarle la temperatura y preguntarle por su carnet de
identidad. Éste se lo enseñó, pero como la temperatura era de 38º, de inmediato
le mandaron a su casa, pero como él había venido a buscar a su esposa, dijo que
no se iría sin ella. Desde la iglesia llamaron a la policía, y ésta sin decir
palabra lo llevaron a su casa encerrándole en una habitación. Cuando Teresa
volvió de la iglesia y le encontró confinado en su habitación, dio un grito de
horror que asustó a Ramón. –¡Pero cariño, como te asustas tanto!, si teniendo
tanto trato con Dios, tu no tienes más que ejercer tu influencia y nos
curaremos los dos, o si Dios quiere nos moriremos juntos.
Ramón y
Son
las 11,15. Hace 10 minutos que llegó el tren de Milán. Falta media hora para
que salga el tren a Roma. Este último tren es en el que Paula y Adrián se
desplazarán a la Ciudad Eterna para asistir al Seminario Ordinario Diocesano.
Ambos han puesto grandes esperanzas en el mismo, ya que es la puerta
imprescindible para acceder a su objetivo vital de poder ser consagrados como
diáconos de Santa Ursula, patrona y protectora de la ciudad natal de ambos. En
tanto llega tan ansiado momento, Ricci, párroco a la sazón de la iglesia de
Santa Úrsula monta guardia en la puerta de la iglesia. La policía local tras
las últimas investigaciones llegó a la conclusión de que el robo reiterado de
los cepillos de la iglesia son una operación de distracción, ya que el
verdadero motivo de las visitas a la iglesia es preparar una operación a mucha
mayor escala. Quieren llevarse la estatua del monaguillo que recibe a los
feligreses y turistas en la puerta de la iglesia. Se trata de una pieza de
incalculable valor artístico hecha en madera policromada y fechada en el siglo
XVI. Y de paso también, llevarse la puerta tallada de la entrada. Ricci se lo
ha tomado muy en serio y no se separa de la puerta. Un refuerzo como serán
Paula y Adrián le vendrá muy bien. Sin embargo, las cosas no van a ser tan
fáciles. En la fotoluci de la izquierda se ve claramente a Paula y a Adrián que
vienen de frente en dirección a la estación. Ellos así, tan confiados, se van a
cruzar en la escalera con Magdalena, a quién no conocen. Es la chica que lleva
una bolsa en bandolera. Pues bien. ¿Quién es Magdalena?. Magdalena fue al colegio con Ricci y además
es sobrina del obispo. ¡Madre mía, sobrina del obispo!. Y Magdalena viene a por todas. El año pasado
asistió al correspondiente Seminario Ordinario Diocesano y aprobó. Luego,
Magdalena ya es diácono, sin nombramiento pero con las credenciales suficientes
como para optar al mismo. Ella viene al pueblo desde Milán, en dónde ha
ejercido como subdiácono en la iglesia de la Aparisi Donna. El conflicto se
masca. Si bien habrá de ser el obispo quién decida los cargos, previamente
consultará con Ricci, y éste no tiene claro por quién debe optar. Ricci le debe
muchos favores al obispo y no ignora que Magdalena es su sobrina, pero su madre
es amiga íntima de las madres de Paula y Adrián, La solución alternativa podría
ser que el obispo accediera a nombrar un trío de diáconos, pero tal y como
están los cepillos, bastante desvalijados, se presenta como improbable. Por
otro lado, Ricci valora que Magdalena ha tenido que esperar un año para que se
le presentara esta oportunidad, a pesar de ser sobrina del obispo, por tanto,
podría considerarse razonable que Paula y Adrián hubieran que esperar. También
parece razonable que Luci en las próximas fotos ilustre la historia, que por
hoy acaba aquí.
Son las 11S
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