Escriben sobre la foto: Marcos Marín, Juanita Viruega, Vicky Fernández y José Guerrero.
Al atardecer del día
Con la guitarra cantando
En aquella triste vía
Derruida, sin nadie
pasando.
Chaqueta tejana
Pantalón vaquero,
El blues sonaba
Melancólico tono.
Música derramando,
Entre las seis cuerdas,
Sus dedos tocando
Acordes de notas.
En la penumbra
De la luz de una farola,
Su voz ronca
Atravesaba la noche,
amarga.
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JUANITA VIRUEGA
Como cada día, por la mañana, hace años ya, cuando me dirigía al trabajo, cruzaba aquel parquecito coqueto, pintado de bellas flores de colores, arropado de majestuosos y frondosos árboles de hoja verde. Siempre me sobraba tiempo, con lo que me sentaba en el banco de la paciencia como lo llamaba yo.
Me ponía a pensar en mi vida y en mi devenir; sentada en un rincón, alejada de cualquier mirada; sentía paz y me permitía afrontar el día con más ganas y energía.
Al echar la vista atrás, me percaté que había un hombre triste, de cabellera y barba blanca. Abrazaba, como de un ser querido se tratara, su guitarra. Estaba sentado, la espalda recta, digno, la mirada perdida, como si viajara al fondo de sí mismo.
No me atreví a mirarle, aunque si lo hiciera, no se hubiera dado cuenta, estaba en su mundo, no pestañeaba, como si estuviera a punto de llorar, como si recordara algo triste. Estuve a punto de dirigirle la palabra, pero no osé. Siempre me iba en el último momento, ese día tuve que andar deprisa pues casi llegaba tarde a mi puesto de trabajo.
Al día siguiente, hice la misma ceremonia. Cruzaba el parque, disfrutando de la mezcla de olores de las flores. Como siempre, en mi banco de la paciencia, pero en vez de pensar en mí, me dediqué a observar al mismo hombre triste, que estaba sentado invariablemente en el banco de atrás. Nunca le vi tocar la guitarra y seguía teniendo esa misma mirada perdida en sabe Dios qué mundo.
Era un hombre pobre, de esa pobreza del alma que a nadie le interesa. Ese día, sí lo vi llorar, sus lágrimas por su rostro, un rostro marcado por las arrugas de la vida. Pero de repente, advertí que su rostro era mi rostro. Comprendí, entonces, que el hombre triste con pelo y barba blanca era producto de mi imaginación.
A veces, todo se descompensa y desequilibra, tenemos que hacer un parón forzoso. No nos maltratemos ni dejemos que nos maltraten. Cuidémonos con amor y conciencia.
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VICKY FERNÁNDEZ
GUILLERNMO, EL MAZORCA
Casi todas las tardes, en mi plaza, puedes encontrarte a Guillermo, al que todos llaman el Mazorca. Si lo miras fijamente comprenderás porqué tiene ese apodo, pues desde joven llevaba la melena larga, rubia y acaracolada que se parecía a los pelos de las panochas de maíz; y aun la conserva, a pesar de superar la sesentena, lo que sí ha disminuido ha sido el espesor de la misma y las canas van ganando cada año más terreno y una poblada barba canosa.
Él no es un músico callejero que canta
flamenco y toca su guitarra para ganar dinero, de hecho, no verás delante
de él ningún recipiente para que la gente deposite monedas. No, él ofrece su música
gratis a todos los viandantes que quieran disfrutar escuchándolo, porque oírlo rasgar las cuerdas de la guitarra es todo un espectáculo, pues éstas parecen que lloran o gritan. Lo mismo te canta unas bulerías que unas
malagueñas o unas peteneras y siempre con la misma pasión. Todos los palos
flamencos los domina y te quedas extasiado escuchando su voz redonda. En realidad,
El Mazorca lo que hace es ensayar y divertirse en la plaza y quiere compartir su arte, no desea que su cante se quede encerrado entre las cuatro paredes de su pequeño apartamento y procura no molestar a su familia ni a la vecindad.
Siempre canta apoyado en una pared
desconchada que la usa como telón de fondo y la acera le sirve de escenario, no
usa megafonía, pues su potente voz resuena en la plaza y se transmite por la
arcada de los soportales. Hace años que se retiró de los escenarios de
los tablaos flamencos, prácticamente están todos cerrados y los pocos que
quedaban han echado el cierre a causa de esta maldita pandemia que asola a la
humanidad.
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JOSÉ GUERRERO
CRÓNICA
SEXITANA O PAISAJE CON FIGURAS
Todo empezó con una copa de vino tinto en las
Bodegas Calvente y las notas de una guitarra de fondo.
Fue una charla informal entre barricas, al
abrigo del vino y de los libros.
-¿Me va a permitir una pregunta, señor
Calvente, cómo se inició en la elaboración del vino?
-
Pues como casi todo en la vida, se empieza de la nada y paulatinamente se van
incorporando sugerencias, elementos, saberes, uvas, experiencia y sensaciones
provenientes de distintos puntos, sobre todo de donde ya se han asentado la
confianza y la prosperidad comercial, como ocurre con el vino bordelés.
- ¡Qué
sorpresa!, me está usted traduciendo al español las sabias lecciones del
inigualable vino de Burdeos.
- En
realidad no deja de ser un desafío montar una empresa de estas características
en esta ubérrima tierra de aguacates, papayas, chirimoyas, mangos…, urgiendo
estudiar al detalle los pros y los contras para no dar un patinazo a la vuelta
de la esquina.
- No
cabe duda, le felicito por ello, y le adelanto que se confunden o interfieren
mis orígenes con los del afamado vino que mienta.
- Me
está apuntando que coinciden las madres de las cepas, las copas y las piezas
teatrales…
- En
efecto, le podría embalar una caja de ricas botellas de vocablos ensamblados
con el mejor buqué y solera de mi tierra, que, aunque esté hecho de ferruginosas
arenas en accidente geográfico, y no de barro, enarbola unos sensibles aires de
mar y ostricultura acaso única en el
mundo.
- Perdone
la osadía, me encantaría probar tales ostras, pero ¿me está sugiriendo que es un
escritor?
- No
está bien que lo diga, pero a la corta edad de diez añitos, en la escuela del
pueblo el maestro me designaba con el apelativo de poeta: la redacción tiene
ribetes de poeta, apostillaba. Aunque yo no entendía nada de la trascendencia o
el discernimiento de la sospecha.
- Pues
con el paso de los años el sombrero de hollejos de la uva va aportando al vino
tinto color, aroma y sus taninos, mejorando el sabor al paladar. Y se supone
que al igual que el currículo del vino, usted, a estas alturas de la vida, debe
asimismo exhalar un buqué selecto, de gran cortesía, en los relatos y poemas.
- Le
diré que la batalla creativa la tengo ganada, y en lo referente al vino me va la
botella con el epígrafe de Guindalera, la denominación de origen, pues quizá sea
la que más armonice con los ritmos de mi música temática y métrica libre y
burbujeante, que bulle en los corazones y hierve en el cerebro, incrustando las
esencias de las tres emes, Mar, Mujer y Muerte, que es el vivir y el soñar más
perspicaz y reconfortante.
-
Entonces, usted vive y escribe aquí en estos lares sexitanos, según se deduce
de su conspicuo escanciar parlamentario.
- Verá,
por el Mare Nóstrum, no lejos de la Sirenita en playa Puerta del mar arribaron
a la antigua Sexi los más diversos pueblos, si bien, con las vueltas que da el
mundo, sic, nunca se sabe los intrincados enigmas que aguardan detrás de la
puerta por las veleidades del destino. Y en el transcurso de lunas llenas y
menguantes, del orto al ocaso, a buen seguro que yacen bajo estas aguas
vestigios fundados de una Sexi atracada por hordas corsarias, que, empujadas por
el hambre o un golpe de mar hacia cualquier parte bogasen perdidas por el mar
de Alborán, y, perdiendo el vínculo del cordón umbilical de Oriente y el rumbo diesen
de bruces en estas playas, y teniendo en cuenta que no disponían de las
modernas tecnologías para calcular los mares –corrientes, mareas, vientos,
reglajes-, y peor aún si se les asoció todo un ejército de famélicas bromas perforando
la madera de la embarcación en medio de una furiosa tempestad.
-Por
el argumentario intuyo el rico acervo de hispanista que rezuma.
-No
tanto, señor, y me interrogo algo confuso cómo atemperar o contrarrestar las
acometidas o bravuconadas de aquella tripulación durante la inquieta travesía, acaso
echando mano de algún raro ansiolítico de herbolario con objeto de evitar o
aminorar en lo posible los excesos o despendoladas orgías en el desnortado
periplo, en que creyendo ir al norte, iban al sur, queriendo cada cual montar
su numerito o bailar con la más sexi y, abrazados a la zozobra, embarrancaran en
las rocas y salientes sexitanos, y cegados por el desconcierto cayesen
exhaustos en brazos de Morfeo, y al despertar en tan tentadores parajes se
sintiesen tocados por una energía tropical, y tras la frenética caída de las
hojas y de las noches sin cuento se encasillaran allí, encariñándose perdidamente
de la flora y la fauna o de alguna aborigen despertando en ellos un no sé qué,
una atracción fatal o morbosa curiosidad. Y más tarde llegarían otros pobladores,
atraídos tal vez por el aura y el espíritu aventurero al socaire de lo ignoto,
conviniendo en perpetuarse por estos pagos el resto de sus días, y explotar las
bondades de la Punta de la mona, Cantarriján, la playa del muerto, de San Cristóbal,
Velilla, el Majuelo o la Galera, refrescándose en la blancura de las olas,
recalando al fin en estas hospitalarias tierras harto contentos y felices. No
obstante, se respiraba en el escenario no poca incertidumbre, si tras el abordaje
harían una de las suyas perpetrando irreparables daños en el medio ambiente, o
si por el contrario, se establecerían de manera pacífica y confortable en su
regazo respetando lo autóctono, y en un futuro no lejano generar prósperas factorías
con industrioso comercio –el garum entre otros -, y así sorprender al mundo conocido
aportando los mejores frutos
-Mire,
señor…, vislumbro que en la escuela no perdió el tiempo, enfrascado en
mapamundis y venturosos viajes telúricos, pero dígame, por favor, ¿vive usted escribiendo
o escribe para vivir?
-Antes
de nada le manifestaré que en los escritos soy reconocido por Guillermo X y
Juan Bruca. Y bien, señor Calvente, debo remarcarle a propósito del fruto del
dios Baco, quién contó con la ayuda de Sileno para plantar viñas, así como de las
Musas para instruirse en el canto y la danza, que otro tanto acontece con la riqueza
enológica al brotar de los veneros galos mediante el oportuno asesoramiento de
la vitivinicultura. Y asimismo, siguiendo la estela del río Verde que riega la fértil
vega sexitana, de la misma manera con las limitaciones precisas fluían las
aguas líricas de EL Ventanal –revista cultural y literaria de Almuñécar-, que inundaba
de sueños y frescor la vida con la colaboración de toda una pléyade de genuinos
caballos de Troya, estrategia acertada sin duda, alguno con melenas de león, habiéndose
dejado la piel en sus páginas, en las brisas ardientes del entorno, hilvanando innumerables
y sugerentes aventuras con no poco talento.
Y en
ese pulular de plumas, concursos, premios, veladas en el Martín Recuerda, en el
café de Mila, entrevistas radiofónicas, artículos periodísticos y revistas
–como la invulnerable revista cultural Voces-, de esa guisa, unos, creadores de
aquí, otros, de lejanas tierras, y todos en bloque se confabularon para aportar
su granito de arena a la noble causa, levantando una torre de palabras enlazadas
sin necesidad de intérpretes ni más historias conformando un corpus artístico
de primer orden, que se puede consultar o paladear en las redes, hemerotecas o
en los más privilegiados rincones sexitanos.
-Muy
agradecido por su cortesía, señor Bruca, ah, por cierto, me podría reseñar los
autores que más le han pellizcado en su mundo creativo.
-A
bote pronto le mencionaré tres nombres, Antón Chejov, por los magistrales
relatos, como “La señora del perrito”; Malcolm Lowry, por la hondura de las
creaciones narrativas, siendo un náufrago en la vida que vivía debajo de un volcán
etílico, y sus ebrios versos, “La única esperanza es el próximo trago”…; y el
lusitano Fernando Pessoa, que plantea el problema de la doble personalidad con un
abanico de heterónimos, pseudónimos y ortónimos en su universo poético rebosante
de filosófico e irónico escepticismo, y así destila el licor en sus versos,
“Empiezo a conocerme. No existo/, soy el intervalo entre lo que deseo ser y los
demás me hicieron ” … “O no somos más que nuestras propias sensaciones”.
-Y como
cierre, perdone la intromisión, ¿podría decirme por qué le pone un diez a
Guillermo?
- Muy
sencillo, monsieur Calvente, usted que es generador de felices alborozos y
despierta las afecciones más placenteras ahogando los pesares y soledades de
las criaturas, lo entenderá pronto, pues le seré sincero, por redondear la
dinastía del Príncipe de los poetas, Guillermo IX, y de esa suerte siga ella viva…
-No
quiero marcharme sin romper una lanza en favor del delicioso caldo, como hace
el refranero, “el vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre”.
-Señor,
Calvente, le sugiero que tome una copita de vino con nueces, y eche en el
macuto algo de lectura, ah, y no lo eche en saco roto el consejo…
En un día gris o trasparente, lo mejor tal vez sea tomar una copa de vino acompañado de un buen libro que, con su magia, permita conocerse uno un poco más a sí mismo y a los demás, viviendo más vidas que un gato.
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